¿Dónde está tu hogar cuando no puedes permitirte uno? En todo el mundo, las condiciones de vida varían enormemente, y el concepto de hogar cambia con ellas. El acceso cada vez más difícil a la vivienda que sufre un gran volumen de la población (especialmente la gente joven) promueve que lo que se considera «hogar» vaya más allá de lo físico: su significado está estrechamente ligado a las cambiantes ideas de seguridad, comunidad e identidad. «El hogar y los lugares que consideramos nuestro hogar están muy repartidos. Ahora representa una idea de valores, tradiciones, recuerdos, sentimientos de hogar que arrastramos cuando nos desplazamos del lugar del que venimos», comenta Michele Gorman, profesora adjunto del Parsons School of Design.
El hogar expande su significado, ya que ahora pueden ser las personas: los amigos, la familia y las comunidades que te nutren y sostienen. Puede ser un estado del ser, un sentimiento de seguridad, la sensación de encajar a la perfección, de pertenencia total.
Para entender el futuro, es importante mirar al pasado. Dos años de pandemia fueron suficientes para obligar a la gente a reconsiderar su modo de vida. El zoom puso al descubierto espacios íntimos y dejó al descubierto marcadas disparidades en las condiciones de vida, y la crisis que supuso la dependencia de las trabajadoras del hogar y el personal de servicios subrayó que el hogar no es solo personal, sino político.
«El hogar se ha convertido en un espacio para evadirse de los problemas cotidianos. La casa como momento de paz y de descanso. Y para ello, la vivienda pasará a ser el epicentro de la felicidad de muchas personas, ya que ahora valoran lo que puede significar anímicamente que una casa respire bienestar». Carlos Frejo, Ideas Interiorismo.
«Las nuevas generaciones han integrado el discurso de compartir y de comunidad de una forma más orgánica. En vivienda, los espacios comunes como las terrazas comenzarán a tener un uso más intensivo, provocando un movimiento más fuerte hacia la colectividad del que existe actualmente». Rosa Urbano, Urbano Byu
En un mundo que puede seguir pareciendo inestable e incierto, el hogar se redefine como un espacio emocional que va mucho más allá de las necesidades básicas o funcionales. El hogar se posiciona en el centro del universo de las personas y evoluciona para convertirse en un sentimiento, además de ser un lugar físico. Para la Generación Z, solo el 13 % a nivel global considera el hogar como un espacio físico, mientras que el 48 % lo describe como un sentimiento que puede crearse o llevarse consigo allá donde vaya (fuente: Dazed x Space10).
La comunidad y la conexión humana son elementos centrales de esta tendencia. Impulsados por la crisis de vivienda actual, arquitectos y diseñadores están reinventando espacios comunitarios, como patios, bloques de viviendas y centros urbanos, a medida que la vida en común sigue creciendo. Esto allanará el camino al mercado de alquiler de viviendas y muebles, que también se alinea con la mentalidad de las generaciones más jóvenes sobre sostenibilidad y el deseo de expresión creativa.
Viviendas con alma defiende la vuelta a épocas más sencillas, recurriendo a formatos de vecindad que la modernidad ha abandonado para servir de inspiración a modos de vida más pausados y conscientes. La diversidad de experiencias, ideas y personas, con cocreaciones inclusivas y productos y servicios de locally made resurgen para simplificar la vida de las personas en un momento lleno de dificultades.
La socialización es el eje central de esta nueva forma de entender el hogar. Por eso, las zonas comunes se reinventan para alojar lugares donde compartir recursos (library of things) e ideas. La propiedad privada se pone al servicio de los vecinos para compartir productos y espacios, y reducir así la cantidad de desechos.
Este enfoque de vida en común impulsará la recuperación de antiguas formas de convivencia y proyectará nuevos espacios que deberán adaptarse tanto a las necesidades individuales como a las comunitarias. La división entre espacios privados y comunes será muy importante, y la flexibilidad deberá ser un factor a tener en cuenta para que los espacios vayan cambiando con el tiempo de acuerdo a las peticiones de los consumidores en un momento y lugar determinados.
Aprovechar los éxitos del pasado para vivir mejor en el futuro. Los diseñadores y arquitectos llevan ya un tiempo volviendo a técnicas, materiales o conceptos históricos y probados que la vida moderna ha dejado atrás, como la idea de hogar compartido o los materiales fabricados in situ.
A la hora de proyectar los interiores del futuro, será clave trabajar con creativos de distintas procedencias y edades para comprender sus necesidades y visiones.